En un domingo otoñal, en pleno intercambio cultural entre Buenos Aires y la capital francesa, los transeúntes que recorren uno de los barrios porteños más pintorescos se adentran en la inmensidad de la sala para disfrutar de esta exposición que deslumbra.
Además de las fotografías, en dos pequeñas salas oscuras se proyectan unos films que recorren el trabajo de Doisneau. Ese artista admirable que supo capturar momentos reales y mostrar una imagen no tan conocida de La Ciudad Luz.
Así, se completa una recorrida por esa porción de arte que transporta a cualquier sujeto al pasado, como si fuera un viaje en el tiempo.
María Tolosa
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